martes, 19 de enero de 2016

Para Edgar Allan Poe





(un poema que escribí en compañía de Edgar Allan Poe)



mago



tengo la mente de un diablo
y los ojos de un dios;
la creatividad de un niño
y las manos de un anciano;
los pies de un peregrino
o de un lejano hobbit.

tengo el pecho encendido
y la espalda cansada;
tengo una extensa sombra 
con forma de bestia
y la muerte montada en mi hombro izquierdo
susurrando planes y venganzas.

tengo las palabras de un demagogo
y la conciencia angustiada;
tengo la moral de un cristiano
y los pecados de un pagano;
me miro al espejo en el aire
me acuesto a morir todas las tardes.





poema para el que se detuvo a leer



no todos tienen la habilidad o la 
creatividad de escribir, de imaginar
historias, cuentos, personajes.

no esta mal.

no hay cosas mejores que otras.
no es mejor el que hace arte
que el que maneja un taxi;

no es mejor el cirujano
que el que atiende un negocio;

la vida es misteriosa,
es caprichosa,
es confusa,
contagiosa.

la mente es un pantano
y la sociedad un tirano.

te van a mirar mal,
te van a juzgar,
te van a pedir
que seas normal.

pero como dice mick
somos caballos salvajes
y no nos gusta andar 
paseando príncipes por parques
portando patéticos peinados presuntuosos
pedantemente posados, placenteros
para personas poco pensantes.

no hay que tener miedo a vivir.
hay que vivir intensamente,
ese sí es un mandato,
eso sí que sería una verdadera lástima,
vivir menos de lo que nos sale.

para escribir, yo tengo que vivir
intensamente, como un loco hambriento
pues no hay mejor alimento para las letras
que la vida misma,
desesperada,
insubordinada,
rebelde como un toro en la plaza,
dispuesto a todo,
solo contra todos.

esa debe ser tu vida.

no tengas miedo.
si escribir me ha enseñado algo,
es esto:
no se puede ir
sino hasta el fondo.

se de verdad,
termina lo que empezaste,
sigue a tu instinto
y a nadie más.




Mi amigo Edgar





hoy tuve un pequeño ataque,
una súbita obsesión con Edgar Allan Poe.

la mente es una cosa extraña;
de repente, como una tormenta de verano
me encontré revolucionado,
fuera de control,
una máquina creativa
que no podía parar
y casi no me daban a basto las manos 
con la fluidez de las ideas.

de más esta decir que Edgar es mi amigo,
y lo es desde hace mucho, desde que
me mandaron a leer en la escuela
el tonel de amontillado,
el gato negro
y otras historias de terror.

más adelante, en la secundaria
leímos sus narraciones extraordinarias,
el escarabajo de oro,
el pozo y el péndulo,
la caída de la casa usher
y los crímenes de la calle morgue.

más tarde, trabajando en editorial planeta
me dieron el libro
la trilogía Dupin
y los tres cuentos del detective,
la carta robada incluida.

por último, ya en la universidad,
cuando con la plata de los apuntes me compraba 
libros en la estación
y los leía en los viajes,
llegaron los poemas,
el cuervo,
Anabel Lee,
las campanas.

un amigo fiel,
un amigo comprensivo,
que me entendió cuando nadie lo hacía,
que me acompañó en días de soledad,
que sabía que ver oscuro
no era ser un retorcido.

un referente, 
una inspiración,
un compañero.

- - - - - - - - -


(alguna vez escribí un poema
que es para mi lo que para Poe
es el cuervo: "la cucaracha";
forma parte de la selección de
poemas "Cazuela de Mariscos en
Moldavia".)




La Cucaracha





Parado en la oscuridad veo
un movimiento, una sombra silenciosa
un suspirar de la noche de verano.
Me estremezco al ver como esos miedos que siempre estuvieron 
se condensan en este ser que ahora es mi némesis,
esta gruesa y sobresaliente cucaracha,
la reina de este infierno nocturno.


Se ríe de mi,
le habla de mi a las estructuras eternas del mundo,
mundo que es suyo,
que ha recorrido siempre.


Me mira 
sabiendo que no tengo el valor de dejarla vivir,
otra noche más soy presa de mi temor abrumador.
Me desespero, me siento etéreo,
soy una brisa invisible a punto de extinguirse 
hasta que no me deshaga de ella
de su presencia inminente
que amenaza todo lo que alguna vez me fue querido
el sol y el amor de las criaturas de dios.


Todo es un valle de tinieblas en su presencia.
Tomo valor y me dispongo a terminar con su vida,
este ser inmortal, que supo del hielo polar,
del rugir de los grandes reptiles,
de la pesadez del aire y los colores profundos de un cielo proterozoico
ahora es el cuerpo de mi sudor frío,
de mi terror absoluto.


Me apresto a liquidarla
como un ángel de la muerte
y aplasto su crocante consistencia
como tantas otras cucarachas,
y siento que estoy matando la misma cucaracha
una y otra vez,
una cucaracha eterna e inmortal, indisoluble,
que no para de morir,
que no para de resurgir.
Verano tras verano, enardecido
mato a la cucaracha de mi sombra,
año tras año la veo resurgir de su agonía,
pues se alimenta de mi miedo,
miedo que es mi vida entera,
miedo que es mi noche larga
mi día aletargado
mi cuerpo suspendido en un espacio sin tiempo
en una pregunta sin signo de interrogación final
y mi corazón estalla junto con la cucaracha
otro verano
en la noche asustada.


(poema extraído de "Cazuela de Mariscos en Moldavia", Cristian Rovere, 2013, ©)

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