Sexta parte
Shhhhhhh…
…
Silencio
Shhh..
Escucha.
El viento sopla suave, es todo
lo que existe adentro de tu cabeza ahora. Mi madre habla andes de despedirse,
la calesita de vueltas y hace un chirrido, una tormenta se aproxima.
Shhh, date prisa, que el tiempo
es una bomba a punto de estallar.
Te extraño. Shhh, silencio, que
te extraño tanto.
…
Tal vez usted se pregunte en
algún momento mientras lee estas líneas y secretamente me odia por hacerle perder
el tiempo o por molestarlo con pensamientos confusos, quien soy yo y porque
estoy escribiendo esto.
Tal vez también se pregunte
porque está leyendo esto en vez de estar jugando con su hijo o atendiendo a su
esposa y/o pareja, porque no se está alimentando de la sagrada luz del sol o
porque no está dedicándose a algún proyecto enriquecedor, como por ejemplo
pintar un cuadro o escribir una canción.
Si, a veces tardamos en darnos
cuenta porque hacemos las cosas, o no queremos darnos cuenta, porque la verdad
siempre molesta y nos vamos acostumbrando a hacerle caso a esa vocecita
engañosa que no entiende nada y no quiere preguntas, dice que así está bien y
que después se verá y después no ve nunca nada. Yo tardé en darme cuenta de cuál
era el verdadero motivo por el cual escribía esto, y usted se dejó atrapar por
el relato sin pensar en la esencia de leer palabras de otra persona y el
impacto que las mismas tienen en su sistema intelectual y espiritual, el hecho
de que alguien secreta e inconscientemente está jugueteando con su cabeza. Esta
sentado, acostado, leyendo estas pavadas, hablando conmigo. ¿Por qué? ¿Qué está
buscando en este relato? ¿Acaso pasar el tiempo? ¿Perder el tiempo? ¿Perderse
de usted mismo en un laberinto de letras que son ajenas a su universo de ideas,
un laberinto del cual no sabe la salida? ¿O aprender algo, sobre otra persona,
sobre mí, sobre sí mismo? Le hago yo mismo las preguntas para ayudarlo, para
que antes de seguir se tome un segundo para pensar que es lo que está haciendo.
Tiene en sus manos este
material y no sabe porque. Y ahora mismo está tratando de recordar porque era
que lo leía, para no quedar en fuera de juego conmigo porque se dio cuenta de
que estoy tratando de molestarlo, de que, como el ser inmoral que soy, le vendo
humo para confundirlo y hacerlo entrar en el estado que más me conviene para
que quede atrapado en el pantano de palabras que estoy construyendo alrededor, y
ponerlo a prueba a ver si está prestando atención, para ver si me viene
entendiendo o está haciendo lo que le da la gana, lo cual estaría tal vez
demasiado bien. Solo usted debe saber qué es lo que saca de cada texto, y que
nadie le diga lo contrario. Ni siquiera yo. Y dicho eso me doy cuenta de que esto
se está poniendo peligrosamente parecido a un libro de autoayuda. Aunque tal
vez sea lo que necesitamos.
Así que usted busca estar
preparado para mi próxima pregunta, como un arquero que se concentra antes de
atajar un penal, se ajusta los guantes y flexiona las rodillas para saltar,
mira a los ojos al pateador, trata de meterse en su cabeza.
Sin embargo, yo, el que va a
patear el penal, tomo una carrera larga, recta, empiezo a trotar hacia la
pelota a una velocidad media, y cuando llego hasta ella me freno, me quedo con
la mirada perdida en el balón, casi con nostalgia y aturdimiento, e
inexplicablemente, no pateo. Me quedo quieto frente al esférico, en un silencio
preocupante. Me siento en el pasto y me agarro la cabeza, la escondo entre mis
manos. Y ahí quedo. Y usted se vuelve a preguntar qué está pasando.
Esto se me fue de las manos y
me quede mucho tiempo trabado, sin saber cómo seguir. Sé que el universo pide más
de mí, sé que lo correcto sería poner todo mi empeño en sacar al dios de mis
entrañas y ponerlo al servicio de mi trabajo, de mis días y de la gente que me
rodea, pero no estoy pudiendo, y me odio enormemente por ello. Y odio aun mas
ponerlo a usted en esta situación embarazosa.
Lamentablemente no puedo
prometerle un nivel alto de maquiavelismo, ya lo quisiera pero no está
funcionando así. Esto es un caos. Mi vida es un caos. Siempre creí que podría
tener todo controlado pero era otra muestra de mi personalidad ilusa y
testaruda. Estos desvaríos no tienen ni pies ni cabeza, ni siquiera sé porque
existen, porque están escritos en palabras formadas por pequeñas letritas
latinas. Me gusta pensar que estoy armando un plan maestro de la confusión, una
obra de teatro perfectamente ejecutada, llena de dramatismo y misterio, pero no
me lo creo ni yo.
Es mi vida, nada más. Y un
misterioso impulso por ponerlo por escrito.
Infelizmente no tengo mucho para
explicar (como si tuviera que explicar algo, como si alguien le tuviese que
explicar algo a otras personas), fue algo que pasó de repente, una lluvia que
desato su ira sin avisar, sin preguntar si podía mojar todo a su camino. Y con
la lluvia y el agua, las consecuencias.
Así que yo no sé porque escribo
esto, y usted no sabe porque lo está leyendo. No sabemos ni quienes somos ni
porque estamos acá. Vamos bien (ironía nivel Mariano Grondona). No sabemos nada
pero no le digamos a nadie, dejémonos llevar por este rio mientras ponemos cara
de gentleman. Una vez me dijeron una frase que decía: “no dejes que los demás
se den cuenta de que sabes menos que ellos” o “no dejes que se den cuenta que
sos un pelotudo”. Una cosa así.
Usted no sabe quién soy. Hasta
ahora no he dicho nada sobre mi persona, salvo algunas cosas que he soñado,
otras que he sufrido, y otras voy amando. Le dejo el resto a su imaginación.
Le voy a agradecer por esta
complicidad silenciosa e íntima que mantenemos, en este dialogo page-to-page,
porque aunque usted no tiene forma de dialogar directa y verbalmente conmigo,
yo sé que está ahí, yo sé que ahora está sosteniendo el libro en sus manos, o está
pulsando la ruedita del mouse hacia abajo para que las palabras sigan surgiendo
de abajo de la pantalla como una catarata invertida y así caminamos juntos
sobre todas estas oraciones que tratan, en vano, describir mi día.
Gracias por todo, y buen viaje.
De nuevo el silencio.
El escritorio sigue en su lugar
y mi culo sigue en la silla regulable y giratoria en la que estaba antes de que
me pusiese a confabular otra vez. Tengo el mate en una mano y el paquete de
yerba en la otra. Ah! Ya recordé lo que estaba haciendo.
Me tomo mi tiempo para preparar
los mates. Tengo mi método y no salgo de él. Con muchas cosas me pasa lo mismo,
me apresan métodos minuciosos con una serie bien definida de pasos y
procedimientos inmodificables, en donde todo es cómodo y conocido, y da
garantías. No tengo que pensar porque el cuerpo ya sabe lo que tiene que hacer,
la experiencia se lo ha enseñado a fuerza de método y repetición, y yo miro
como todo se ejecuta a la perfección cual general de ejército que mira desfilar
a sus soldaditos por la avenida principal al son de las músicas patrias que
suenan a lata por altoparlante pero emocionan igual y se deleita con que todos
dan los pasitos con perfecta sincronía (“¡¿Después de este espectáculo a quien
le puede importar un rábano como salimos en la guerra?!” – dice el capitán. “Es
una obra de arte” – dice el primer ministro). Lo problemático es que no permite
cambios ni sorpresas y todo es metódicamente aburrido.
Después de prepararlo, le tiro
muy lentamente el agua, como metiéndome en ella, en su vapor flotante, en su
contacto con la yerba. Es un momento de calma intenso.
Le doy el primer sorbo y
espero.
Lo tomo tranquilo y con la
mente en blanco, como si necesitase mucha concentración para degustarlo y darme
cuenta si esta bueno. Es clave testear el producto antes de sacarlo a circulación,
es casi una cuestión de ética fundamental, de códigos de vida. No puedo
convidar un mate que esté feo.
La vida sube por esta bombilla
made in china y en mi pecho se agita y se propaga, caliente, llena de campo,
llena de historia y de sol. Aprieto con las dos manos el mate y doy unos sorbos
más. Está bueno. Ya puedo ir convidando.
Paso los primeros mates y
cosecho unos agradables “gracias” que para mí son tan importantes. A veces, en
días negros, esos días demoniacos en donde no encuentro un solo motivo para
vivir (oscuro como un pan de tierra, Fander), pienso que es lo único bueno de
la vida, ese acto de gratitud y de hermandad entre humanos, entre personas. Compartir
una comida, una familia unida, un abrazo de amigo, una caricia tierna de tu
amada, un gesto de amabilidad de un desconocido. Después el resto es puro
dolor, es avaricia, ambición, atropello, conflictos internacionales por
avaricia internacional, guerras y vaciamiento de recursos, autodestrucción
masiva. Pero un gracias, una sonrisa alegre, un niño jugando con un perro, ah,
por momentos parecieran suficientes.
Después de los primeros mates
me toma unos minutos volver a ubicarme en el trabajo. Parece más el living de
mi casa o el patio de la escuela. Es lo lindo del mate. Ante la atenta mirada
de Rihanna, un bebe enojado y Caruso Lombardi (San Caruso, ¿podrá salvarnos del
descenso?), y todos los envoltorios de golosina que hay dando vueltas por ahí,
me quedo pensando en nada, o en esa oficina vacía que tengo en frente.
Ricardo Caruso Lombardi. RCL,
alias Smoke, Vendehumo, Richard, Carhumo Lombardi, El Gran Caruso. Uno de esos
tipos que es difícil olvidar. Es su segundo ciclo en Quilmes A.C., así que ya
lo conocemos bien de cerca. Hace dos años, cuando estábamos en la B y nos llevaba
derecho al ascenso, negoció con San Lorenzo de Almagro para salvarlo del
descenso y se fue del cervecero 10 fechas antes de consumar el regreso a la
máxima categoría. Un gesto por el cual se ganó muchísimos detractores, pero él
respondía, fiel a su estilo, con esa sinceridad extraña y medio a los gritos,
prepotente: “¿ustedes que hubieran hecho? Pasaba a dirigir 1ra por el doble de
plata”. Y tenía razón. Todo el mundo hubiese hecho lo mismo. Y encima el equipo
ascendió de todas formas, por la buena campaña que había hecho Richard. Eso sí,
zafando, jugando mal, empatando mucho y beneficiándose con las increíbles
caídas de Instituto y Rosario Central en un sprint final apasionante con la
última fecha definiéndose en cuatro partidos a la vez. Recuerdo como si fuese ayer,
estar en mi casa con dos televisores a la vez, y en cada televisor íbamos
cambiando partido a partido siguiendo así la cuádruple trasmisión. Finalmente
Riber tuvo su desahogo y regresó a la 1º categoría con goles del francés
Trezeguetet, poniendo fin a ese año indecoroso para el millonario pero
inolvidable para todo futbolero argentino.
En este segundo ciclo, Caruso regresa
al club cuando el destino del equipo está casi condenado. La dirigencia hizo
todo mal (otra vez), trajo mucho jugador inservible (hay muchacho que se apellida
Boghossian, que realmente cuesta creer que le paguen más de cuarenta mil
dólares por mes por esto, no le hace un gol ni al arcoíris), le dio la
dirigencia técnica a un novato que no hubiese pasado un psicotécnico en ningún
lado, no le pagan a los jugadores, y bueno, así estamos otra vez al borde del
descenso, siempre al filo del abismo, y luego nos salvamos solo para agonizar
un año más, o peor aún, descendemos, y ascendemos nuevamente, para pasar otra
temporada sufriendo, teniendo el fantasma de la muerte acechándonos en la parta
izquierda de la espalda, y finalmente cayendo otra vez. A la muerte no se le
escapa nada. Y Quilmes no es la excepción. Ir y venir, bajar y subir y volver a
bajar, de la muerte a la vida y otra vez a la muerte. Ser hincha de Quilmes es
una metáfora de la reencarnación.
Y Caruso, el Gran Caruso,
agarró el fierro caliente y le dijo que si a Quilmes sabiendo que lo más seguro
es que se valla a la B y mancille su fama de hacedor de milagros. En realidad
hay que decir que Anibal Fernandez, presidente de Quilmes, y a la vez senador
nacional y ex jefe de gabinete del gobierno oficialista, prácticamente lo
obligó a que asuma el equipo en este momento complicado (el periodismo habla de
que RCL decía que no agarraría el equipo, hasta que Anibal lo convocó a una
reunión espontanea ¡en la casa rosada!, luego de lo cual el DT anunció que
dirigiría Quilmes “porque Anibal me lo
pidió”) ; es más, no descarto de que lo haya amenazado con algo, tal vez revelar
alguna información, con meterle algún juicio, o directamente con mandarle la
patota que tiene para que lo cague a palos, le rompa el auto o le aceche a la familia.
Con esos tipos mafiosos nunca se sabe. Capaz consiguió un lote nuevo de merca o
efedrina que puede vender rápido y hacer plata fácil con eso, y le prometió que
le tocaba una parte si agarraba el equipo. Es jodido decirle que no a un
mafioso. Una vez que accediste a su círculo, solo podes decirle que sí, o
esperar que se muera.
La cosa es que sería un milagro
que lo salve. No tiene jugadores, no tiene presupuesto, no hay instalaciones, hay
unas internas insoportables y la dirigencia es la definición de la corrupción. Aunque
se dice que RCL hace cosas inexplicables, que tiene habilidades sobrenaturales,
capaz de sacar lo imposible de jugadores malísimos, capaz de resucitar un
muerto, capaz de salvar a algo que no tenía cura, es más, que tenía una
enfermedad desconocida y sin pronostico. Hay mucho escepticismo alrededor de
este tipo, y él se encarga de alimentar esta imagen, de polemizar, de generar
situaciones bochornosas para aumentar la nebulosa que crece alrededor de él
cada vez más. Se volvió hermético, indescifrable. Si este señor nos salva, me
lo tatúo en una nalga. Realmente seria el hijo de dios, el Mesías que hace
tanto tiempo que estamos esperando.
Lo peor es que Quilmes no
merece salvarse, y es algo triste decirlo (no me vengan con eso de que los
merecimientos no significan nada, porque es una frase injusta; hay que
reconocer y felicitar a la gente que hace las cosas bien, por más que el
resultado final no sea victorioso, así como castigar al que descuida su
proyecto y despilfarra sus recursos), por todo lo que viene haciendo tan mal,
por ese mafioso de Anibal Fernandez, y porque juega horrible, simplemente por
eso, un equipo que te hace doler los ojos cuando lo ves jugar, que tiene
jugadores tan malos que no dan dos pases seguidos, que nunca armó un plan
institucional para decidir qué es lo que quiere, merece irse de la mejor
categoría. Quilmes hizo todo lo posible para destruirse. De hecho, y me duele
decirlo, sería injusto que no descendiera. Soy Stannis cortándole las falanges
al contrabandista que le salvo la vida.
Pero la verdad que últimamente
todo va así de mal. Veo la decadencia y la corrupción floreciendo por todos
lados como una primavera infame y apocalíptica. Lo veo en los pozos de la calle
sin arreglar, en los autos que manejan imprudentemente, en los jefes que te
cagan y te hacen trabajar más y te pagan menos, todo yéndose al carajo
aceleradamente. Lo siento en el aire, en mi propia sangre. Y es inevitable, es
una ecuación exponencial, porque parte de un mal menor para multiplicarse en
calamidades crecientes. Todo es una consecuencia de un pecado original, que
genera un espiral de catástrofes que nos arrastra al suelo como la gravedad que
te succiona cuando saltas alto esperando volar. Y así la historia nos pone
depresivos otra vez. Perdón pero es que no puedo escapar de esta idea, me tiene
acorralado contra las cuerdas y no me deja respirar, no me deja levantar la
cabeza sin ponerme un par de manos que me dejan mareado, estoy acorralado, no
veo la luz, a menos que haya algo que no esté comprendiendo, algo fundamental
que no esté tomando en cuenta. Pero es innegable admitir que si algo empieza
mal, ya tiene esa mancha en su expediente, y eso hace que todo tenga una
tendencia negativa. Es empezar una carrera con un grillete en el tobillo y en
el otro extremo de la cadena una bola de acero negro, bien negro como una noche
sin luna, como un calabozo atormentador donde solo existe tu propia voz
susurrando augurios de muerte y un péndulo peinándote las ideas, las ultimas
que te quedan. La historia es ineludible, porque no se puede cambiar el pasado.
Y es condicionante, porque precede a la experiencia presente.
Cuando revisamos la historia
que nos parió, vamos de calamidad en calamidad. Tal vez sea el método
equivocado de los historiadores, marcar las épocas así, con sangre y con
escombros, con victorias que no cuentan que hubo una batalla y que alguien perdió, y perdió
feo, lo suficientemente feo como para que ni lo mencionen. Siempre que uno
revisa un poquito para atrás encuentra una macana gigante, algo que está muy mal
hecho, un charco de sangre injustamente derramada y gente que edifica arriba de
eso sin darse cuenta que está quedando todo manchado de rojo. Somos animales
enfermos, dios, somos una calamidad. Dios me libre de estas páginas
desesperanzadoras.
En el caso de Quilmes, la
dirigencia. No quiero entrar mucho en
detalle porque si usted no es futbolero va a tratar de saltear estas carillas y
tal vez se pierda algo interesante. Lo importante es que se robaron todo. Vendieron
todo, y se lo robaron. Y después se fueron, dejaron el campo incendiado para
que venga otro y haga su negocio.
Si vamos un poquito más atrás y
nos preguntamos por el ente que permite que estas condiciones se desarrollen y se hagan propicias para el
negocio de unos pocos que lucran con la pasión de millones, nos encontramos a la
A.F.A. (Asociación de Futbol Argentino, aclaración para las señoritas). Este
organismo nefasto creció como un árbol plantado torcido que va destrozando la
vereda y obstaculizando la calle, adueñándose de todo, retorciendo el aire
limpio donde los chicos jugaban a la pelota. Prestan plata a clubes que saben
que no pueden devolver, y una vez que la deuda es avasalladora, saben que
tienen dominio sobre el club; crean una lealtad sometida entre el dirigente del
club deudor y el prestamista; le van prestando más para seguir hundiéndolos, y
van negociando como el club le va ir entregando a la AFA el poco aire que le
queda; hacen negocios con la venta de jugadores, con los barrabravas como
fuerzas de choque, con el ingreso de los mismos a los estadios a cambio de su
utilización política, todo organizado por el padrino del futbol argentino, un
señor que hace más de 35 años que está en el cargo, Julio Humberto Grondona.
Delincuente. Mercenario. Usurero. Estafador.
Un tipo que hizo negocio con la
dictadura, con ese mundial vergonzoso, tan lleno de silencio que aturde (la
imagen del monumental lleno de papelitos me pone la piel de gallina, pero no de
la emoción, sino del espanto, de pensar en la gente que en ese momento no
estaba pudiendo ver el partido de la final o salir a la calle a festejar porque
estaba siendo torturada, o porque ya estaba flotando en una zanja). Hizo
negocio con Alfonsín, con Carlos Saúl, con De La Rua, con Néstor y con Cristina.
Más viejo que la injusticia. Tan arraigado en la mierda que si cae él, caen
todos. Esa es su carta de seguridad, esa es la inmunidad de la corrupción.
Y ahora, cuando el mafioso este
parece estar por morirse y uno podría llegar a pensar que el mal nos puede dar
un poco de tregua y volver a sentir que la pelota no se mancha, que es solo un
pedazo de cuero con una cámara llena de aire adentro, y chicos disfrutando
patearla y embocarla en el arco rival, ahora que parecía que el sol podía
volver a calentarnos la cara después de tanto frio, asoma el hijo de Grondona,
“Humbertito”, que es aún más mafioso y nefasto que su predecesor padre, pero
sin toda la discreción, la diplomacia política e inteligencia estratégica y
mediática que tiene su infame predecesor.
Argentina, y esta corrupción histórica
que me hace desinflar como un globo. Un país tan lindo, tan lleno de recursos y
gente capaz, convertido en un nido de ratas y oportunistas. Porque Grondona
existe porque lo dejan, porque a alguien le sirve para hacer negocios, porque
se acomoda a los manejos de los de arriba. Cuando estaba con el Turco, arregló
que el futbol se privatizara y las transmisiones fuesen aranceladas (me acuerdo
que ver los partidos de Riber o Boca era de ricos, y siempre había algún amigo
rico que te invitaba el domingo a ver a los grandes), diciendo que no se podía regalar
el espectáculo. Ahora, con Kristina, se dio vuelta como una tortilla y abaló el
futbol para todos diciendo que era democrático y bla bla bla. Delincuente.
Igual no es que Kristina y
Nestor son buenos y nos dieron futbol porque sintieron estaba bien. La plata
que gastaron en este no tiene nombre, y con los arreglos de publicidad que habrán
conseguido se armaron unos cuantos hoteles en Santa Cruz. Es otro reflejo de los
negocios a los que te da acceso la política, desregulada, un vale todo donde el
que no hace negocio prácticamente se convierte en una amenaza para el resto,
porque los hace sentirse mal consigo mismos, los hace sospechar y pone en
riesgo a todos. Y siempre pasa lo mismo, cuando cambia el gobierno y vienen
nuevos, todos los que hicieron negocio antes tienen dos opciones: A- sumarse al
nuevo gobierno y hacer de cuenta que no pasó nada; B- desaparecer de la faz de
la tierra o afrontar juicios políticos, ya que ahora no tienen la protección que
tenían en el poder. Una belleza.
Argentina mía, ¿qué hiciste? ¿Qué
te hicieron? Es duro conocer todas las cosas que se hicieron mal, todo el daño
generado con tanto desinterés, o más bien tanto interés personal, tanto egoísmo
desenfrenado, tanta malicia, es como se debe sentir un médico forense cuando
analiza el cuerpo de una niña brutalmente asesinada y se ve obligado a analizar
con su ética profesional todas las heridas que sufrió y como fueron infringidas.
Es terrible. Es lo terrible de la historia.
Acompáñenme un poquito para atrás:
la época neoliberal vendió todo y se cagó en todo; el alfonsinismo zozobraba agarrándose
de lo poco que quedo en la post-dictadura; el proceso fue nefasto por donde se
lo mire, desde los desaparecidos a las Malvinas, desde la deuda externa hasta
la persecución de montoneros; los años en que se alternaba un gobierno con un
golpe de estado; el peronismo, ese gigante que no puede faltar en ningún análisis
serio de la política argentina, ese corporativismo polémico, ese populismo, tan
dependiente del líder, y que demostraba sin embargo una necesidad de inclusión tremenda;
la década infame y las máscaras que una vez caídas mostraron una cara horrenda;
el fin negro del Yrigoyenismo; los días anarquistas y las bombas; Rosas y la represión;
Sarmiento y la masonería maquiavélica; Roca y la campaña del desierto; la
oligarquía que se repartió todas las tierras y se armó chacras y casonas; la revolución
de unos pocos; los Españoles y el saqueo. Mejor frenamos acá, creo que ya quedó
demostrado lo que quiero decir. Mesas chicas. Estafas. Traiciones. Sangre.
Y no seamos tan ingenuos de
pensar que Argentina es una excepción en la historia. Es solo lo que tengo más
a mano como para hacerme la imagen. En todos lados pasa lo mismo. Las raíces
del mal están enredadas en lo más profundo de nuestros días, de nuestro ADN y
nadie puede contradecirlas. Casi como un esencialismo, como si fuésemos así por
naturaleza y las cosas no pudieran hacer otra cosa más que oscilar entre toda
la gama de posibilidades nefastas que ofrece el repertorio humano. Quisiera
pensar que no es así pero no tengo armas para hacerlo, por más que intento no
puedo encontrarle alternativa a esta desgracia, salvo morirnos todos, abandonar
los cuerpos y la tierra mancillada de sangre, y dejar que nuestras almas
luminosas encuentren el camino a casa, a la fuente, ahí donde vive dios en su
casa de campo con pileta y barra libre.
Estoy escupiendo broncas de una
manera que ya roza el desenfreno. Tengo que cortar el enlace que me está
mandando todo este veneno. Parpadeo, cierro los ojos fuerte, me los froto con
las manos (el otro día leí que llevarse las manos a la cara es una señal de nerviosismo
y estrés). Ya está.
Pienso en tantas cosas que no
termino de darme cuenta, pasan tan rápido que no llego a reconocerlas, pero no
son como pensar, porque no las estoy visualizando, no estoy pensando en nada,
está todo suelto como partículas de polvo flotando en la luz, imposibles de agarrar
(díganme que alguna vez intentaron atraparlas entre las dos manos), liberado
como una represa que súbitamente abre sus puertas, como una estampida de toros
corneando a diestra y siniestra por las callejuelas de Toledo. Todo avanza
entonces con violencia y desnudez, sin pedir permiso.
Busco bajar a tierra y noto que
me toca a mí el mate. Justo a tiempo. Mientras trato de disipar el humo de esta
fumatina tratando de que no descubran que no estuve aquí sino que estuve asesinando
a toda la humanidad en mi mente, recorro la bandeja de mails, desestimo lo que
no es para mí, marco lo importante para responder después y respondo cual
autómata lo que puedo descartar rápidamente sin buscar info.
Por suerte el día de hoy viene
movidito y las actividades hacen que piense menos o que lo que voy pensando no
se note tanto, vamos a salir después del trabajo un rato a tomar algo, y la
perspectiva de beber unas copas me resulta casi un consuelo, porque últimamente
note que cuando tomo un poco me distraigo bastante. ¿Será un síndrome de
alcohólico, de tipo que bebe para no pensar? Nunca me emborraché seriamente, en
toda mi vida, y sin embargo, podría ser que últimamente busque salidas no
convencionales al aturdimiento de mi cabeza, porque a veces todo me asfixia de
una manera alarmante, tengo ganas de romper todo o de desaparecer y el mundo no
ofrece esa posibilidad, no hay a donde escapar, no se puede, porque después de
morir volves a otro cuerpo, a otra prisión, no hay salida.
Así que salir hoy me pone al
borde del buen humor. Casi llegando al buen humor, casi tapando la esa vocecita
que habla del incendio de todo lo bueno.
Sigo adelante. El día avanza y
gira lentamente al ritmo de la traslación de la tierra. El sol se queda quieto
pero nosotros le vamos dando la vuelta entonces el tiempo se activa y el astro
pasa de estar a una altura de aproximadamente 45º a unos 75º y en ascenso, lo
cual indicaría que son más o menos las 10hs.
Siento algo que no puedo
clasificar entre mis pensamientos normales. Lo dejo pasar.
Y me cuenta que el domingo que
viene tiene una final en el torneo de vóley y que tienen que ganar si o si para
no descender, y yo le digo que saque lo mejor de las otras jugadoras con una
charla motivacional (porque es la capitana y DT del equipo), y le digo que es
la Caruso Lombardi del vóley, a ver si yo puedo sacar lo mejor de ella para que
ella saque lo mejor de sus compañeras de equipo. La conversación por un
instante requiere mi presencia y la vocecita asesina acalla. Sin embargo mi
humor mordaz anda rondando, porque el paseo por las tierras incendiadas que les
acabo de hacer me dejó con una vena inflada y un enojo que late y toma
distintas formas. En este caso, un sentido del humor bastante particular que a mí
me divierte mucho y el resto hace lo que puede por seguirlo, pero yo me rio y
me gusta. Me gusta hacer chistes y reírme.
Unas risas, unos mates, y esa
sensación de que estas yendo en la dirección correcta. El resto te lo hace
saber, vos lo sentís de manera inequívoca cuando es cierto.
Cuando hay algo que no está
bien, también se siente al toque. Aunque a veces nuestra rabia y locura hace
que sigamos un poco más antes de caer en la derrota y aceptar que el rumbo
estaba perdido.
Acompaño los mates con unas
galletitas grasosas pero ricas, pareciera que fueron hechas exclusivamente para
acompañar el mate, o al menos así nos acostumbramos a comerlas y el sabor ya
sabe que es lo que quiere saborear. Una especie de conexión
emocional-sensorial-gustativa. Sea lo que sea, están buenísimas.
Los compañeros también
disfrutan del humor particular que genera el mate. V dice que cuando E ceba
mates a ella nunca le llegan, porque está en la otra punta de los escritorios,
y resulta que E es medio vago y se distrae fácil y no reparte los mates equitativamente.
Yo tengo mis métodos rigurosos planeados con la tozudez y ese sentido de
justicia que llevo adentro como un lema ruso de la revolución del 17’, en donde
siempre la ronda va para la derecha y no se saltea a nadie. A veces, para
sumarle un poco de chispa a la mañana negocio con V y Y, que tengo a mi
izquierda y derecha respectivamente, para que lado va a empezar la ronda, y
cada una me tiene que explicar los detalles del argumento de su caso. Me
considero un juez muy salomónico, y escucho las dos posturas en silencio. La
que presente su caso con más justicia, gana el juicio y entonces la ronda
arranca para ese lado, dejando a la ganadora primera en la ronda, y a la
perdedora, última.
Resulta gracioso, al menos para
mí y mi constelación secreta de cosas que no se le dicen a nadie, cuando
alguien en la ronda por algún tema de trabajo se levanta o no esta, y a mí se
me rompe el método, se me interrumpe el sistema y me quedo haciendo fuerza con
la mente como diciendo “¡era uno para cada uno, no me modifiquen el procedimiento!!
Volvé y recibí tu mate, no me hagan esto! ¿Para que uno planea las cosas,
viejo?!”. Y después me rio por darme cuenta lo ridículo de ser tan cabeza dura
con un tema tan simple como una ronda de mate. Estos métodos son una ridiculez
total. Una risa, pero no da. No puedo basar mi vida en estos principios tan rígidos.
Me va a hacer mal.
Sigo con el trabajo. Otra vez
recurriendo a los métodos estrictos, tengo un sistema de actividades, las
cuales anoto en una hoja borrador y me voy listando las nuevas actividades y
las prioridades. Este sistema ya se apoderó de mí, y si no tengo esa hojita con
las cosas que tengo que hacer no puedo hacer nada. Es realmente gracioso de tan
absurdo, pero me acostumbre a trabajar así. De modo que me dispongo a anotar
las nuevas tareas que recibí en estos mails, y noto que no encuentro mi
lapicera. Como no tengo ganas de revolver mis cajones o ver donde pudo quedar,
agarro una del escritorio de V.
Empiezo a escribir y siento un
placer instantáneo. Wow. No lo puedo creer. Dios vive adentro de esta lapicera!
Aaaah que lindo que escribe, madre santa.
Es una lapicera preciosa.
Siento en su latir el encanto y la simpatía de los pequeños objetos, esos
amuletos personales a los que uno le toma cariño, delicados cuerpos llenos de
gracia que parecieran cargados de algún tipo de magia. Sin embargo cuando
pregunto de dónde sacaron esa lapicera para comprarme una igual de manera
urgente, me dicen que no saben de dónde la sacaron. Otra vez cae la noche
sobre mí. Paso del cielo al infierno
como una pelotita de goma que rebota mucho y muy rápido.
Averiguo un poco, la reviso y
veo que no tiene marca. Esto se pone raro. ¿Qué clase de lapicera no tiene
marca? No tiene lógica. Entonces viene A, y al verme preguntar por la misma me
dice que se la dieron en un evento de un cliente al que asistió hace un tiempo.
Genial. Significa que no podré conseguir una igual. Simplemente genial. La
noción de saber que nunca tendré mi propia lapicera especial con la cual hacer
dibujitos, garabatos, o simplemente escribir por el placer de escribir, de
raspar una hoja blanca de papel con el trazo de mi mano y ver como su voluntad
genera formas y colores, me desespera. Siento una bomba en el pecho a punto de
estallar. Algo, en alguna parte, pulso el botón equivocado.
De repente me encuentro con una
idea que me somete. Sin que pueda entender nada, sin siquiera palabras que atraviesen
mi cabeza. Y caigo en la cuenta que no tengo opción. Soy presa de este impulso,
no puedo negarme. No tengo libertad, no soy yo, me corro de la escena para no
intervenir.
Sin poder dominarme, miro mis
manos, sorprendiéndome de lo que hacen. Agarran una pila de papel, lo acomodan
a los costados, con una tijera lo cortan por la mitad y después otra vez por la
mitad, le hacen agujeros en la parte superior, y con una piola le hacen el
encordado. Tengo una libreta. La abro desesperadamente y comienzo a escribir.
Hoja tras hoja, garabatos,
líneas, letras, frases, angustias, la lapicera escupe colores y formas y mis
manos orquestan una sinfonía compuesta por un loco, por un diablo enloquecido
que recorre espacios rectangulares de papel dejándolos incendiados, llegando
abruptamente al final de la hoja y dándola vuelta con rapidez maniática para
seguir ese baile lleno de misterio, de frases escritas en otro idioma, de un
código secreto que encierra en su rompecabezas la clave para entender el
universo, la fórmula para hacer llover soles y diamantes, la llave para
desencadenar todo el poder del dios alojado en mi pecho y así poder volar,
meterme en los sueños de otras personas, viajar distancias infinitas en
segundos. Pasan los minutos como gotas de lluvia de una tormenta furiosa. Cuando
termino, vuelvo a la tapa, y escribo “Callejón Sin Salida”.
(Capitulo extraído de "Callejon sin salida - La historia secreta de un dia", Novela inedita, publicada en capítulos en este blog. Cristian Rovere, 2014, ©)